Set the controlS for the heart of the Sun
Esos espejos, que más arriba fueron comparados —quijotescamente— con gigantes, reciben el nombre técnico de heliostatos. En el caso de la PS10, cada uno está compuesto por veintiocho rectángulos reflejantes, unidos a un bastidor que forma una placa de 120 metros cuadrados de superficie, la cual se apoya en un poste metálico.
El sufijo “stato” no significa que estos aparatos se mantengan siempre inmóviles. En realidad, sus diseñadores eligieron el nombre para indicar que el propósito del instrumento es mantener la luz del Sol concentrada en un punto fijo “compensando el movimiento aparente del astro”. Para lograrlo, cada heliostato está equipado con motores dirigidos de forma remota desde una sala de control. La mayor parte de este trabajo es realizado de manera automática por potentes computadoras, excepto las correcciones direccionales más finas, llevadas a cabo “a mano” “hasta donde eso es posible en este mundo ultra digitalizado” por un equipo de técnicos.
La más constante de las preocupaciones en la PS10 tiene que ver con el polvo de las planicies sevillanas al que ya se hizo referencia. A primera vista, podría no parecer un enemigo tan formidable, pero basta que una delgada capa de tierra se acumule sobre la superficie de un heliostato para disminuir su efectividad en un sorprendente “e inaceptable, a decir de sus constructores“ diez por ciento. Por esta razón, camiones cisterna equipados con enormes cepillos patrullan constantemente el campo solar.
Una torre para capturar al sol
Vista desde el aire, la PS10 ofrece una espectáculo más impresionante aún: sus más de seiscientos heliostatos, dispuestos en hileras semicirculares, forman las “gradas” de un anfiteatro de sesenta hectáreas de superficie en cuyo proscenio se alza la torre central, un edificio de concreto de cuarenta pisos de altura. El agujero romboidal ubicado a la mitad del cuerpo de la torre le da a la construcción una apariencia más ligera, además de permitirle resistir mejor los fuertes vientos de la región. Por su lado más angosto, la torre mide apenas ocho metros de ancho. En su parte superior, como ya se ha dicho, se encuentra el receptor, empotrado al fondo de una cavidad rectangular de 14 metros de ancho. Esta disposición permite reducir lo más posible las pérdidas de calor por radiación y convección.
No todo lo Que brilla...
La PS10, trabajando en condiciones óptimas, tiene una potencia de once megavatios y se calcula que puede llegar a generar 24.3 gigavatios al año, suficiente para abastecer de electricidad a seis mil hogares. Además, una torre solar más grande “la PS20” está en construcción justo al lado de la primera. Juntas, se espera que cubrirán las necesidades de toda la zona urbana de Sevilla. Todo, sin generar un solo metro cúbico de dióxido de carbono.
En vista de estos números, surge de manera natural la pregunta: ¿qué detiene a los inversionistas privados y a los gobiernos para empezar a “colonizar” las extensas zonas desérticas del planeta con torres solares? La respuesta es: en primer lugar, el monto de la inversión. A pesar de los avances tecnológicos, cuya efectividad ha quedado demostrada en Sevilla, los gastos de instalación y mantenimiento se traducen en una electricidad aproximadamente tres veces más cara que la generada a partir del petróleo o el carbón. Por otra parte, la generación termosolar requiere de mucha agua, tanto para alimentar las turbinas como para mantener limpios los espejos, un recurso que suele escasear donde la radiación solar es más abundante. Y en tercer lugar, las zonas áridas se encuentran, por regla general, lejos de los centros urbanos, que son los que más consumen electricidad, lo que significa colocar muchos kilómetros de tendido eléctrico y construir otras instalaciones. Es decir, más gastos.
Estos inconvenientes han sido señalados por autoridades en el tema de la generación de energías alternativas, como Craig Shields, cofundador del sitio 2GreenEnergy.com quien, a pesar de todo, se declara convencido de que la PS10, junto con otras iniciativas semejantes que también se desarrollan en España, demuestran que la vía termosolar tiene un gran potencial para ayudar a sustituir la quema de combustibles fósiles en un futuro que, previsiblemente, no está muy lejano.