La Energía Nuclear Parte III
¿La villana de la generación de electricidad?
Ha sido precisamente la extracción a gran escala de estos, conocidos también como hidrocarburos no convencionales, la que ha puesto a Estados Unidos otra vez en un plano de prominencia en cuanto a producción de combustibles fósiles. Con trescientas un mil toneladas métricas de esquisto bituminoso en reserva y una producción de gas pizarra que aumenta año con año, Estados Unidos ha conseguido reavivar su industria, para la que disponer de energéticos a precios accesibles es vital. A un tiempo, la extracción a gran escala de gas pizarra y petróleo de las rocas ha lanzado a los países que cuentan con reservas de esquisto bituminoso a explotar una fuente de hidrocarburos que los lleve a, quizás, ser más independientes cuando de importaciones de petróleo o gas se trata. En algunos casos, como el de Polonia, la extracción de gas pizarra ha ayudado a la economía de este país a aflojar la dependencia de energéticos que tiene con respecto de Rusia. Si bien, a primera vista, parece que los combustibles fósiles se “renuevan” — justo cuando parecen a punto de terminarse—, aliviando las inminentes crisis que su falta produce en el estilo de vida moderno, tampoco se puede negar que la obtención de estos recursos podría exigir un costo aún más alto que el que representa usar petróleo o gas natural.
Al gas pizarra, a pesar de que parece haber enormes reservas de él, se le tiene casi que forzar fuera de su yacimiento, al fracturar la roca del subsuelo para introducir una mezcla de agua, arena y químicos que ayudarán a desplazar al gas. El impacto ecológico de esta práctica se ha medido poco, pero mucho se teme que no sea de despreciar, ya que se está violentando al subsuelo a profundidades considerables. En Inglaterra, por ejemplo, en años pasados se intentó la extracción de gas con este método; coincidencia o no, no se sabe, pero al poco tiempo se registró un temblor en la zona que, huelga decir, detuvo toda la operación. Puede no ser tan descabellado asociar tan directamente un movimiento telúrico con la extracción del gas pizarra, más si se toma en cuenta lo dicho anteriormente sobre la profundidad de las perforaciones. Como si esto no fuera bastante, también está el problema de la contaminación. Esta técnica de extracción, conocida como fracturación hidráulica —fracking, en inglés—, desplaza al gas, pero también empuja los químicos que se emplean al subsuelo, contaminando los mantos freáticos y liberando gases tóxicos a la atmósfera.
No menos problemática es la extracción del petróleo de es- quisto bituminoso, que se lleva a cabo por medios químicos y su producción y uso generan más gases de efecto invernadero que cuando se emplea petróleo común. Además, se utilizan grandes cantidades de agua para su obtención: cinco barriles de agua por un barril de petróleo obtenido de esta manera. El costo ecológico, entonces, resulta ser lo suficientemente alto como para que algunos países hayan prohibido la explotación de este recurso. Australia, a pesar de ser el país que cuenta con las mayores reservas de esquisto bituminoso, ha prohibido su explotación. Y Francia también se encuentra entre los países donde no se permite la extracción de este hidrocarburo no convencional.