ENCENDIENDO LA CIUDAD
Los inicios de la electricidad en México
Pensar en modernidad en México remite innegablemente al porfiriato. Es decir, al periodo en el que mayor progreso material se logró desde el inicio de la vida independiente del país. Dentro de todo su magno plan modernizador, uno de los objetivos del gobierno porfirista era ubicar a la Ciudad de México a la altura de las europeas o estadounidenses, para lo cual, además del trazo de nuevas colonias y la construcción de edificios con un estilo singular, era necesario introducir y mejorar la calidad de los servicios, entre los que se encontraba la luz eléctrica.
La primera planta termoeléctrica mexicana se instaló en León, Guanajuato, en 1879, y no tuvo como finalidad abastecer electricidad para uso doméstico, sino únicamente para la fábrica textil “La Americana. Durante los primeros años en los que se usó la electricidad fueron solo las fábricas las que se vieron beneficiadas por la misma pues, aunque ya comenzaba a utilizarse para alumbrado en las calles, solo apareció en muy pocas. El 15 de septiembre de 1880, coincidiendo con el quincuagésimo cumpleaños de Porfirio Díaz, se colocaron las tres primeras lámparas incandescentes en el zócalo. La iluminación comenzó por el centro de la ciudad y poco a poco se extendería a las calles cercanas, hasta llegar a Chapultepec, Río Consulado y Paseo de la Reforma.
En 1881, el alumbrado público por fin fue un hecho. En la Ciudad de México, la Compañía Mexicana de Gas y Luz Eléctrica se encargó de dar servicio de alumbrado en las casas, haciéndose responsable, al mismo tiempo, de asegurar el abasto de gas que alimentaba la iluminación y que llegaba a través de tuberías. El mismo, año la compañía Knight instaló las primeras lámparas incandescentes. Para 1885, la prensa anunciaba que los tubos de gas para alumbrado público cubrían cien kilómetros en la capital del país. Además existían más dos mil faroles de gas, cerca de cincuenta focos de luz eléctrica y quinientos faroles de aceite que se colocaron en los lugares más alejados del centro de la ciudad.
A mediados de la década de 1880 existían algunas plantas generadoras de electricidad para abastecer a la industria que, además de contar con otros avances científicos y técnicos, recibió el impulso necesario para producir en grandes cantidades y estar así en condiciones de abastecer tanto al mercado interno como las exportaciones. De este modo, la economía mexicana comenzó a mejorar, sin olvidar el papel que las inversiones extranjeras tenían en ese mismo proceso.
A partir de 1887 y hasta el final del porfiriato, varias ciudades con industrias importantes instalaron plantas generadoras de electricidad, de las que en total se crearon ciento noventa y nueve. En 1889 comenzó a operar la primera planta hidroeléctrica en Batopilas Chihuahua, cerca de la frontera con los Estados Unidos. A partir de entonces, la generación de electricidad ya no respondió sólo a las necesidades del sector industrial: ya podía pensarse en el abastecimiento de alumbrado público y residencial aunque no a todas las viviendas, sino solo a aquellas que pertenecieran a los estratos sociales más altos. Ese mismo año se anunció que toda la Ciudad de México se encontraba iluminada con electricidad y se habían eliminado las lámparas de gas.
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